Esa mancha en el camino
de una muerte tan niña
que ya nadie distingue.
“Hablo de lo irremediable pido lo irremediable.”
Alejandra Pizarnik
De “Extracción de la piedra de la locura”
Cubrirte con la mortaja color lila
el único color que llora
en el espectro solar.
En lila todo, irremediablemente
Enubecer las ramas del verano
que trepa a un mediodía frígido:
Saltimbanqui del tiempo
jugando entre estaciones
suponiendo los frutos,
diversidad de goces:
la domada sonrisa.
II
No hay tiempo en tu muñeca
verde, celeste, rosa:
Esa mancha en el camino
de una muerte tan niña
que ya nadie distingue.
No puedo más que inventarte
en mis palabras.
No puedo más que darte
la respiración de un aleteo:
un eco de mi latir,
un doble sueño en mis párpados.
Hace tiempo se fue el barco mí
Alejandra:
aquel que partió llevándote,
Llevándome...
llI
¿Es entonces que morimos, compañera?
¿Cuándo la garra es garra
y cuando es seda?
¿Qué hace que la otra orilla que no existe,
nos enamore igual por lejanía?
¿ Que hace que despertemos bruscamente
en una emergencia azul por ver el día?
¿Que hace que de nosotros brote el cielo
y en igual registro mítico el infierno,
que podamos volar el absoluto onírico,
en infinito de paz o de tormenta?
IV
Ah quisiera que esta noche te sentaras
en el blanco sofá para decirme
que mi ángel, aquel del ala rota
que tengo ensombrecido en una caja
te ha contado los secretos de mi insomnio:
¿Quién busca la libertad, mi desterrada,
aquel que pide a gritos la infintud del cosmos?
¿No es muerte lo que dice con palabras del cielo?
¿O es libertad la muerte?,
¿Es que hay un sustantivo?
Yo casi, hermana, la he visto
Y era un lento perderse:
Solos, tan solamente
se van los ojos a la ceguera,
la lengua a su mutismo
el cuerpo a su parálisis.
La muerte no es paisaje
es un ser que se encapulla
hasta cerrarse en un no sin territorio.
Pero hablemos un rato
que tengo aquí tu vida.
Y aunque tú no lo sepas,
me acongojo de ti :
de tu mano extendida
reclamando la ayuda
para que nadie sea necesario.
Un beber de ti misma,
azularte de puras
estaciones de infancia.
Demasiada la ausencia
para amar la palabra,
cuando el silencio es mucho más preciso.
Pero estoy aquí, Alejandra,
acorralada de vida,
sin la dulce locura
de perderme en mi fábula.
Yo en el borde del grito,
yo en el borde del llanto
como un canto rodado
voy gastándome en polvo.
Y tan endurecida, y tanto y tantas veces
Y tan seca de bellos precipicios
de aguas ondulando los signos infinitos
de mi único consuelo: la palabra.
Por eso Alejandra no me niegues ahora
tu pequeña figura, tus ojos lejanísimos,
dame tu mano fría, niévate en mi corazón
hasta inundarme el alma de vendavales íntimos,
de largas noches blancas que nunca he conocido
y lobos de alto aullido en doliente hermosura.
Y si en el fondo, hermana, como han dicho
“ si en el fondo de todo hay un jardín”,
llévame de la mano que mi cansancio es largo.
tanteando coordenadas en el eterno páramo.