LLega un punto...
Llega un punto en que oyes
el corazón de las puertas
y sobre las calles el incendio de nieve.
Es el punto neurálgico
donde el mundo se ausenta
de hábitos
y el ser ya no es nombrable.
Entonces ves la imagen
del niño acorralado
en el hambre
y el ángel muriendo en sus costillas.
Y simultáneo cuadro montando
la odalisca sobre los siete reyes
sin más mitología.
.
Y vuelves a tu casa en el rito del llanto,
una anciana que amabas
sale a darte la nueva y esperada noticia
de que murió anteanoche,
muy lejos de tu mano
que se queda en su palma
doliente y sustantiva:
concavidad que pudo ser nido de su pecho
ante de dar la muerte su ser hacia la nada.
Y en perplejo desierto
regresas a la vida
como si aún fuera posible algún relato.
Regresas y ya sabes que no existe retorno.
Y es girar una llave contra el muro que ríe
mientras sufren las puertas su imposible latido.