Escribe hermana,
la palabra que aúlla
la que dejó contra el muro
su perdigón de auxilio:
Esa alquimia extraña
de amanecer y furia.
Si es tarde ya
y la sábana suda
tus criaturas de hielo
y la sed que da a luz
el real templo
del pecho,
mucho antes que a Dios
y su iglesia de fábula,
quedó en fangosa sed de alcantarilla.
Antes de que te sitien el corazón:
ESCRIBE.
Y escribe en la demencia
para entender la muerte
de tus muertos amados
para hablar de los vivos
que arrebató el silencio.
Y hoy predican la música
de las notas ausentes
II
Deja la carta inútil en la botella
que rodará hacia el mar eternamente.
Toma el oro que los otros desprecian:
Dale mar a tus rejas
esa arena de fuego descendido.
Siente en tu boca el sabor de las cerezas
que sólo se abre al suicida
o al amante absoluto.
Y escribe sobre el ángel
del devenir de Heraclito.
sobre los disconformes
de este mundo feliz,
los que huyen de “Omelas”
o del cruel paraíso.
Y canta a la Utopía
que aun pueril nos consuela.
con las sílabas torpes
de un himno que amanece.
que hondee tu prisión
Pon alas a tu cuerpo
entre asépticas correas
hasta volverlo en pájaro
un latido de viento.
Que ha muerto la locura
pero no su poesía.
Que la palabra es cuna
que ahuyenta el sufrimiento:
III
Federico arrebatado
con polizón de nardos
vuelve con el pez de sombras
que abre el camino del alba
Vallejo muere en París
con aguacero
pero en su amargo cáliz
aún le habla a la infancia.
Baudelaire descansa,
pero no el azul albatros
tan torpe en esta tierra
tan bello en las alturas.
Y Alejandra pide
con el dolor del verbo
que la ayuden
a no pedir ayuda.