Elogio a la locura, es decir, un río que reclama la corriente contraria porque sabe que de seguir su curso, morirá subterráneo.
El gran océano está del otro lado. Tiene un extraño recorrido de negados seres y mitos que no pudieron alumbrarse con la aristocracia de la historia.
La humanidad es la flagrante Odisea de una violación.
Y su historia una sucesión de “hechos” derivando en cegado evolucionismo. Un edén de cenizas, con espejismo de oro. Olimpos, imperios, cúpulas científicas de una modernidad sin esperanzas.
Nuestro impulso histórico no es al fin de cuentas, más que una misma quimera repetida: angustia de mortalidad traducida en símbolos de abismo. Suposiciones en última instancia, pero que una avara y miedosa inteligencia ha transmutado en la gran odisea del hombre: el progreso.
Pero ¿qué es el progreso si la infelicidad se mantiene intacta, asaltando las quimeras del hombre como los cuervos súbitos ennegrecían el cielo de Van Gogh?
La locura, es finalmente la respuesta de la pasión contra la incertidumbre de un mundo que nunca será a imagen y semejanza del hombre. Por supuesto en tanto éste no se tome el trabajo de derrumbarlo o asfixiarlo en la hoguera como respuesta a su rebeldía.
Esta otra locura comprende que la rebeldía de la vida natural contra el evolucionismo es la única esperanza que le queda a los seres vivientes.
Escuchemos por una vez seriamente las voces de los “locos”, antes de que la asunción de la estupidez, humana (esa inabordable y perseverante modalidad de la cordura), se nos vuelva realidad irreversible.
FIN DE ELOGIO A LA LOCURA
14 de agosto de 2000